El domingo más cercano al 18 de octubre, Día de San Lucas, el sincretismo cultural y religioso tiene cabida en la Fiesta de los Aires y Chaneques, celebración que llevan a cabo pobladores de Tejalpa y que representa una ofrenda a los seres que les proporcionan los recursos naturales para vivir.
El punto de partida es la Parroquia de la Asunción, en el centro de Tejalpa. A partir de ahí, los pobladores caminan tres kilómetros hasta llegar a un paraje natural denominado El Texcal, donde cada año se realiza la ceremonia del ofertorio.
Mujeres de la tercera edad, ataviadas con vestidos tradicionales de manta con bordados, son las encargadas de llevar las ofrendas. La gente las sigue en medio de cohetes y música.
La ofrenda es un agradecimiento a los cuatro puntos del universo, los llamados puntos cardinales. Los ofrendadores deben ser nativos de Tejalpa, ya que participan en una ceremonia de gran arraigo indígena, específicamente tlahuica.

El Texcal en Tejalpa
El Texcal en Tejalpa


Las ofrendas se suceden unas a otras, mientras la banda de música toca la Xochipitzáhuatl, especie de himno prehispánico. Primero colocan en el altar el incenciario con copal y el humo perfuma el ambiente. Después ponen la tierra en una jícara, el agua en un cántaro, el mole de pipián, tamales y cigarros; luego ocho varas de mando, que representan la autoridad, adornadas con follaje de sabino, o sea, de ahuehuetes, además de flores amarillas y una hoja de elote para sostenerlas. Continúan los ramos de flores que expresan alegría, pan, vino, antiguamente pulque, velas, una piedra (porque Tejalpa está en El Texcal), mazorcas, una planta, calabazas, cinco collares de flores, la Biblia y el teponaztle, heredado de los tlahuicas.
Para concluir el ofertorio, don Federico Argüelles Juárez, hombre sabio de avanzada edad que domina el náhuatl, presenta unas cañas verdes con mazorcas adornadas con flores y pronuncia la salutación a las divinidades o chaneques en su lengua original:
“Ya venimos todos los del pueblo, ¿qué están haciendo, chaneques? Trajimos flores y comeremos mole y tamales. Gracias chaneques, de aquí tomamos el agua para el pueblo, gracias. Ya nos vamos”.
Jesús Hernández, quien interpreta el saludo de don Federico, dice: “En sus palabras hay un saludo, un intento de diálogo y una acción de gracias, todo dirigido a los chaneques o habitantes de los ojos de agua, es decir, a los tlaloques o dioses de la fertilidad y la lluvia, o como lo refiere la tradición popular, los genios, los aires”.
Mientras don Felipe Alvarado pronuncia el Padre Nuestro en náhuatl, dos personas sostienen una manta con un letrero azul en náhuatl que dice: “¿Cómo estás, Ehécatl? Hombres y mujeres aquí estamos, comida todo el pueblo trajimos. Oh, Ehécatl, puestos de pie cantamos una vez más, Oh, Ehécatl”.
Luego de dar la comunión, don Federico toma la palabra para anunciar lo siguiente: Ahora vamos a comer, a bailar y a beber. Éste es un día resplandeciente y de regocijo, este festejo es una herencia que dejamos a nuestros hijos para que ellos continúen con la tradición de nuestros antepasados.
Don Federico hace un brindis con un jarrito por los chaneques y así termina la misa y sigue la comida, la música, la borrachera, que en tiempos antiguos era una embriaguez ritual, como parte de la celebración.
La ceremonia concluye con una ofrenda de comida y aguardiente a los chaneques, que es colocada dentro de una cueva, en un manantial, donde se cree que habitan. Así le piden a los también llamados aires que sigan cuidando su agua y en general sus recursos naturales.

Con información de Juan José Landa Avila, publicada en el Diario de Morelos.

El Texcal en Tejalpa
El Texcal en Tejalpa
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