Cuernavaca cuenta con más de sesenta barrancas que durante siglos han regulado el clima que ha heho de Cuernavaca la ciudad de la eterna primavera, una de las más importantes es la barranca de Amanaco, que durante la conquista sirviera de defensa natural contra el acecho de Hernán Cortés, quien finalmente logró atravezarla por el vado de lo que ahora es el Puente del Diablo, (un pequeño puente que hoy cruza la barranca de la calle Madero a la Avenida Morelos), aunque el grueso de su tropa la cruzaron a la altura del puente de Amanalco, al derribar un gran árbol y utilizarlo como puente.
Este hecho histórico fue bellamente plasmado por el pintor mexicano Diego Rivera en el mural que adorna los corredores del Palacio de Cortés.
La Barranca de Amanalco fue rescatada durante la década de 1990, construyendo un andador de trescientos metros que ha sido acondicionado como paseo turístico. La entrada es a la altura del puente Porfirio Díaz y la salida es a la altura de los arcos de Carlos Cuaglia; es de admirar el denso follaje y la tranquilidad que se siente al bajar, pues los ruidos de la ciudad son completamente ahogados, escuchándose únicamente las aves y el agua que corre entre las piedras.
Es impresionante la forma en que los árboles de la superficie han bajado sus raíces más de diez metros para tomar el agua de la barranca. Si observa con cuidado podrá descubrir un pequeño mirador o baluarte perdido entre la vegetación.
No se pierda la preciosa vista del puente Porfirio Díaz por la parte de abajo, con una arquitectura que sorprende, al ser construido a finales del siglo XIX, para conectar al centro de la población con la estación de Ferrocarril que en aquel entonces se ubicaba en las afueras de Cuernavaca.
Sin duda, este es un paseo que no debe perderse en si visita a Cuernavaca.