El Hotel Hacienda de Cortés está ubicado en Atlacomulco, Jiutepec. Ofrece servicio de restaurante a la carta y hospedaje, así como la renta de salones para eventos especiales como bodas y otras celebraciones sociales, todo enmarcado en diversos escenarios de la antigua hacienda, con jardines y áreas verdes por doquier.

Hacienda de Cortes
Hacienda de Cortes

Es este ingenio de especial interés no sólo por haber sido de gran importancia sino porque perteneció a los descendientes de Hernán Cortés, desde el siglo XVI hasta el XX, pero con la peculiaridad de haber estado arrendado la mayor parte del tiempo. Sin embargo, debido principalmente al gran respaldo económico que tuvo desde sus orígenes, nació como una gran empresa industrial, que después, como muchos otros, amplió sus instalaciones para llegar a ser, durante largo tiempo, el más poderoso del virreinato. Los orígenes de la tierra se remontan a la Merced Real que obtiene Hernán Cortés al tiempo que Carlos V le confiere el titulo de Marqués del Valle en 1529 y que hereda, como segundo Marqués, don Martín, hijo de doña Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga. Fue a España con su padre en 1540 y entró al servicio de los reyes, primero con Carlos V y luego con Felipe II, se casó con su prima y sobrina Ana Ramírez de Arellano, con quien tuvo a Fernando, tercer Marqués, Pedro, cuarto Marqués y Juana, quinta Marquesa. Estuvo junto a su padre en su muerte y volvió a México en 1562, donde llevó una vida de boato y ostentación que orilló a que lo acusaran de querer “alzarse con la tierra”.

Hacienda de Cortes
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Fue aprehendido, sus bienes secuestrados y trasladado a España en 1567 para ser juzgado. Don Martín nunca volvió a México y murió en Madrid el 13 de agosto de 1589, aniversario de la toma de México por su padre. Hereda entonces el Marquesado don Fernando, que muere pronto y sin descendencia, por lo que el título pasa en 1602 al otro hermano, don Pedro quien lo ostenta hasta su muerte, en 1629, pasando a su hermana gemela, doña Juana Cortés y Ramírez de Arellano. La 5a. Marquesa se casó con el 9º Conde de Priego, de apellido Carrillo de Mendoza y tuvieron una hija, Estefanía, que hereda el Marquesado. Ella se había casado en 1617 con Diego de Aragón Pignatelli, 4º Duque de Terranova y Príncipe de Castel Vetrano (siciliano), radicándose definitivamente en Italia. Los siguientes herederos no regresan más a estas tierras no interesándoles más que las rentas que sus fieles administradores les enviaban periódicamente a Europa. Al suprimirse los títulos nobiliarios después de la Independencia en México, no se reconoce más el de Marqués del Valle, pero se continúa refiriendo a los propietarios como Duques de Terranova y Monteleone, quienes siguen teniendo la propiedad del inmueble hasta bien entrado el siglo XX, salvo un breve lapso de expropiación que pelea y gana don Lucas Alamán (administrador de los bienes del marquesado), durante la primera mitad del siglo XIX.

Hacienda de Cortes
Hacienda de Cortes

Se cuenta que durante la lucha revolucionaria, colocaron en la fachada de la hacienda una bandera italiana para prevenir cualquier ataque, pues esta práctica les había dado resultado en la anterior guerra de Independencia. En 1760 se tomaron las medidas del ingenio y fue reconocido por don José Antonio Alarcón, perito agrimensor del Superior Gobierno de la Nueva España. Por su informe nos enteramos que tenia un acueducto, quizá la primera gran obra de ingeniería hidráulica en la región, que medía dos mil treinta y dos varas (unos 1,686 metros) y de éstas, cuatrocientas dos (unos 333 mts.) estaban sobre arcos y pilastrones. Gozaba de su propia fundición de calderas y cincuenta y ocho surcos de agua perennes.

Los siguientes setenta años, quizá hasta 1833, el ingenio fue administrado directamente por el Marquesado, y en ese lapso, en 1790, Mariano Ruiz de Movellán compró para la hacienda los terrenos de Nuestra Señora de la Concepción Guimac. Se arrendó nuevamente en 1837 a don Juan de Goríbar, dueño de Cocoyoc y Casasano y don Anselmo Zurutuza, rico español asociado con Escandón en el negocio de las diligencias. Por estos años fue que visitó la hacienda la Marquesa Calderón de la Barca, la que nos refiere, después de pasear por la huerta del café y los naranjales, “nos pareció esta mañana como si Atlacomulco, fuera el paraíso terrenal”.

Hacienda de Cortes
Hacienda de Cortes

Entre 1852 y 1853, fue cuando se construyó la fábrica de alcohol, como lo testimonia una placa colocada en la fachada del edificio y que todavía podernos observar. Curiosamente este ingenio no se modernizó con el advenimiento posterior de las técnicas con vapor pues siguió fabricando con el método de fuego directo, lo que no le impidió obtener el Primer Premio y Medalla de Plata por la calidad de su azúcar y una Mención Honorífica por su aguardiente de caña en la Exposición Internacional de París, en 1889. En 1890 vemos que se informa de la existencia de una máquina limpiadora de arroz. Para 1909 el recién nombrado apoderado del Administrador Judicial de la Sucesión del Príncipe José A. Pignatelli Cortés, Duque de Terranova y Monteleone, don Pedro S. de Azcué manifestó que la finca tenía 2,206 hectáreas. Nuevamente se dio en arrendamiento el ingenio a finales del siglo XIX, esta vez a don Delfín Sánchez, yerno de don Benito Juárez y dueño también de San Vicente y anexas, incorporando su producción a este grupo. Después de la lucha revolucionaria se repartieron las tierras de la hacienda entre los ejidos de Jiutepec, Tejalpa, Acapantzingo, Chapultepec, Atlacomulco y la Colonia José G. Parres, restándole al casco unas 134 hectáreas. Siguió siendo de la misma familia Pignatelli, con su rescatado apellido Cortés, hasta que un desafortunado incidente, en los treinta, cuando el último Duque de Terranova y Monteleone vino a Cuernavaca a velar por sus intereses y tratar de recuperar sus propiedades, regresando a la Ciudad de México en su automóvil, sufrió un accidente que le costó la vida.

Luego de este suceso, la propiedad, aunque la seguían reclamando los herederos radicados en Italia, quedó abandonada hasta que fue adquirida en 1953 por don José Villanueva Aguilera para venderla, un año después al Lic. Ramón Beteta.

Fue hasta el año de 1973 que la adquirió el eminente cirujano don Mario González Ulloa quien inicia la labor de limpieza y retiro de escombros acumulados por años, para ir descubriendo los espacios y reconstruyendo las partes que han sido habilitadas para hotel y restaurante, así como la casa del propietario.

Así podemos admirar los salones que alojaron la fábrica de alcohol, hoy convertidos en comedor, el antiguo bagacero es el bar, la antigua hornalla con su bóveda original vestibula la entrada lateral al auditorio que fue Casa de Calderas, hoy cubierta de murales de José Hernández Delgadillo. Donde estuvo la caldera de vapor es hoy un patio que ha perdido su bóveda y da acceso a unos sanitarios habilitados en el entresuelo. El patiecito anexo al comedor, que hoy ya no tiene techo, alojó el trapiche nuevo y su turbina, cuyas bases se pueden ver todavía y cuyos rodillos se exhiben en los jardines y al fondo el gran salón que se usa para exposiciones fue donde estuvo el antiguo trapiche con su rueda hidráulica, los alambiques, subiendo unos escalones a lo que fue el salón de infusiones y hoy aloja a la magnífica alberca que da servicio a los huéspedes.

Hacienda de Cortes
Hacienda de Cortes

Las habitaciones del hotel han sido habilitadas en lo que seguramente fueron los diversos talleres que circundaban el gran patio, así como la casa del propietario que utilizó parte de estas bodegas y el gran patio al noreste, hoy convertido en hermoso jardín adornado con notables esculturas de Coronel.

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