“Habíamos ido a jugar a Guadalajara, contra los Tecos de la UDG, en el viaje de regreso el autobús paró cerca de Zamora, Michoacán, para comprar algunas botanas y refrescos y así hacer menos pesado el viaje de 8 horas que todavía teníamos antes de llegar a Zacatepec.
Recuerdo que antes de bajar, yo venía descalzo, vi las sandalias de Juan Carlos Veiga y le pedí que me las prestara, él y otros jugadores venían jugando baraja por lo que apenas me prestó atención.
Me puse las sandalias y bajé a comprar algunas botanas, todavía alcancé a observar que Rodolfo “Triquis” Sotelo pagó y se dirigió al autobús. Yo terminé mis compras y cuando iba saliendo vi cómo el autobús volvía a tomar la carretera. Pensé que me estaban haciendo una broma y que se detendrían metros adelante, pero cuando observé que se perdían las luces traseras del autobús en el horizonte, caí en cuenta que sí me habían dejado.
Me senté un rato a esperar a que alguien del equipo se diera cuenta de mi ausencia y regresaran por mí.
Los minutos se hicieron muy largos y yo no veía al autobús por ningún lado, unas personas pasaron y me regalaron una torta mientras yo les comentaba que me habían dejado, afortunadamente traía dinero suficiente. Pregunté a cuánto tiempo estaba la Ciudad de México y me dijeron que unas seis horas, así que hice cuentas para tomar un camión y llegara al DF al amanecer. Cerca de donde me quedé estaba un paradero de traileros y ahí algunos autobuses de pasajeros se paraban, así que me animé y tomé uno de ellos. Todavía me senté en la primer fila de pasajeros y le dije al chofer que si veía un autobús con el logo del Zacatepec, que por favor le hiciera señas y lo intentara detener, pero eso nunca sucedió.
Mientas tanto el autobús del Zacatepec detuvo su marcha en una casta de cobro y algunos jugadores bajaron al baño, Veiga empezó a preguntar por sus sandalias y alguien le dijo “Pibe las tomó, creo que viene allá atrás” fueron a buscarme y no me encontraron, ahí se dieron cuenta de que me habían dejado…
Un par de horas después yo perdí la esperanza ver al autobús cañero, por lo que me arropé con un sarape que el chofer me prestó y me quedé dormido hasta llegar a la Ciudad de México, pues solo traía mi pants, una playera ligera y las sandalias.
En la Ciudad de México tomé el metro y me dirigí a la estación de autobuses de Tasqueña, antes compré en las tiendas Milano un pantalón.
Ya en el autobús de la México-Zacatepec me tocó nuevamente sentarme en la primera fila, pero ahora me daba pena pues ya era de día y yo con las sandalias retorcía los pies para tratar de ocultarlos y evitar que la gente los viera pues ya estaban muy sucios. Para mi mala fortuna, una linda chica se sentó a mi lado, era vecina de Zacatepec y me reconoció enseguida, no tuve más remedio que contarle mi odisea para evitar la pena de las sandalias, luego de platicarle, me relajé y extendí las piernas, mis pies me lo agradecieron pues ya no aguantaba el traerlos todos doblados”.
Fernando “Pibe” Dávila, anécdota platicada en su casa, durante la pandemia 2020.
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