Conocí a Robert Brady sólo de vista, en un par de ocasiones lo vi cuando desayunaba en el Restaurante La Universal, en el mero centro de Cuernavaca, me llamó la atención porque estaba… ¡en bata!, cuando pregunté me dijeron que era uno de tantos norteamericanos que se avecinan en Cuernavaca, pero no era del todo cierto, no era uno de tantos. Robert Brady fue un millonario que viajó por todo el mundo y fue coleccionando objetos que adornaban su casa, la casa que compró a principios de los años sesentas del siglo pasado y donde recibía a los grandes artistas contemporáneos.
Robert Brady inició su colección con una bella figura de madera tallada de Bali, una isla de Indonesia, cuando era un niño. Esta figura se encuentra ahora exhibida junto con miles de máscaras, pinturas, tallados, grabados, muebles y un sinfín de objetos que Brady legó para que generaciones futuras conociéramos el arte de todo el mundo, siguiendo los pasos de su gran amiga Peggy Guggenheim, que hizo lo propio en el viejo continente.
La casa que compró fue un anexo del obispado de Cuernavaca, ubicada en la calle Netzahualcóyotl, a espaldas de la Catedral, esta residencia cuenta con un observatorio, donde Francisco Plancarte y Navarrete, segundo obispo de Cuernavaca realizaba sus observaciones astronómicas a las que era muy aficionado.
Brady le hizo muchas modificaciones, y así, poco a poco fue creando ese mundo mágico, maravilloso que es ahora el Museo Brady.
Cuando entré al museo por vez primera, conocí los bocetos a lápiz que Diego Rivera hizo antes de plasmar su mural en el Palacio de Cortés, una bella pintura de Frida Kalho, que domina la llamada habitación amarilla, óleos del propio Brady, de Rufino Tamayo, , así como mosaicos bizantinos, tapetes, una cruz atrial en medio del patio, cristos de todas partes del planeta, máscaras y máscaras por doquier, mezcladas con figuras de San Pascual Bailón que adornan el comedor, un muñeco de tela a imagen y semejanza de Brady, la recámara principal donde predomina el color rojo es una perfecta muestra del sentido estético de Brady.
El 20 de junio de 1986, Robert Brady murió, en el costado norte del patio, está su tumba, allí quiso que lo enterraran, junto a sus amados perros, como él mismo les decía.
En 1990, el museo abre sus puertas atendiendo la voluntad del propio Brady, a través de la fundación Robert Brady A.C. en México y The Robert Brady Foundation, en los Estados Unidos, honrando con ello, la memoria y los deseos de este gran filántropo y millonario excéntrico Robert Brady.